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12.11.09

De lo natural a lo histórico: una frontera difusa



Cuando el ingrediente histórico está ausente de ciertas discusiones,
los argumentos podrían quedar confinados al riesgoso ámbito de lo natural.
P.S.R.



Pedro S. Rodríguez R.

El presente escrito no profundiza en un tema filosófico que pudiera resultar complejo y escabroso. Por ello nos limitaremos a tratar aspectos que puedan resultar prácticos y útiles respecto a lo que los entendidos llaman “La Dicotomía Naturaleza-Historia.


Parece que es confusa la frontera que delimita el rango de lo natural con el ámbito de lo histórico. Esto así porque son muchas las ocasiones en que escuchamos opiniones que ponen de manifiesto el desacierto.

¿Cuándo confundimos lo histórico con lo natural? Es obvio que al decir que una naranja es dulce hablamos de naturaleza, no de historia. Expresar que los blancos dominicanos pertenecen a las elites sociales porque sus ancestros nunca fueron esclavos es empezar a hablar de historia, el legítimo ámbito del tema. Pero decir que los blancos dominicanos pertenecen a las elites porque son blancos y porque esa es la norma, sería colocar el tema en la inexacta categoría de lo natural. Así se confunde lo histórico con lo natural.

Es probable que el error ocurra porque suponemos que todo aquello que observamos como permanente, posee las atribuciones de norma; y en consecuencia, tendemos a pensar que toda norma necesariamente debe contener en sí misma los atributos suficientes para ser colocada de forma automática en el rango de la regla natural. Empero, resulta que es en la historia (en el tiempo) donde en forma dinámica y acumulativa, van conformándose las particularidades de pueblos e individuos que luego percibimos como auténtica regla natural. El observador sólo ve el momentum estático e inamovible y entonces erróneamente le da condición de inmanencia natural sin reparar en que esas peculiaridades han estado y están siendo conformadas en el decurso de un extenso y particular proceso de la historia.

Examinemos el sentido de la siguiente enunciación: “el pueblo dominicano es más ignorante que el cubano y lo puedo probar”. Lo así expresado, sin agregar algún argumento histórico que sustente el concepto, equivale a presentar como perteneciente al rango de lo natural un planteamiento propio del ámbito de la historia. Es decir, la idea expresada podría ser veraz, pero el enunciarla a secas significa erróneamente que la ignorancia del dominicano es natural como natural es el avispamiento del cubano.

No obstante, si el interlocutor es capaz de replicar con un par de precisos argumentos históricos haciendo referencias a que –por ejemplo- el llamado Cosmopolitismo Habanero empezó en el año de 1530 en coincidencia con el aislamiento de la colonia de Santo Domingo, y si en adición, menciona que Cuba estuvo estrechamente vinculada a España hasta entrado el siglo veinte mientras el pueblo dominicano se desligó de España en 1795 a causa de las estipulaciones del tratado de Basilea; entonces, a partir de estos argumentos históricos podría iniciarse un intercambio fecundo y lúcido. Pero limitarse a decir a secas que el dominicano es más bruto que el cubano por el simple hecho de que quien habla lo puede demostrar narrando cuatro anécdotas personales, casi equivale a expresar que la tierra dominicana produce seres brutos de modo espontáneo y natural y que la tierra cubana produce individuos avispados por las mismas razones.

Pensamos que cuando el componente histórico está ausente de ciertas discusiones, entonces los argumentos podrían quedar confinados al riesgoso ámbito de la naturaleza.

Expresar que “el negro es pobre porque es negro” es reflejo del mismo despiste porque así dicho se otorga condición de naturaleza a la relación negritud=pobreza, desconociendo que la pobreza de un negro es un resultado histórico y no una condición natural. Por ello, si hacemos un elemental examen histórico del caso, veremos que ese análisis arroja como resultado que los ancestros de un ciudadano negro dominicano de hoy no llegaron a la isla Española como inversionistas o hateros sino como esclavos, y por tanto es entendible que ese ciudadano no puede ser depositario ni heredero de los suficientes bienes materiales ni de los adecuados bienes culturales acumulados por sus ascendientes; contrario a lo que sería el caso de un ciudadano blanco dominicano de hoy cuyos ascendientes fueron siempre libres. Es sólo a partir de esa perspectiva histórica cuando empezamos a comprender que la pobreza de ese ciudadano negro se explica por el hecho de que éste no posee aún la cantidad suficiente de generaciones anteriores a él, que hayan estado viviendo y trabajando en condiciones de libertad y acumulando los bienes que hoy heredaría a través de tales inexistentes ancestros.

Así, observando estos fenómenos mediante una perspectiva histórica, no vemos dónde puede haber cabida a condición natural alguna.

Incluso, estas reflexiones históricas nos son útiles para obtener una más amplia visión del espectro social que habitamos. Así, el examen histórico nos puede decir también el por qué la clase media dominicana está conformada por el segmento étnico mezclado (mulatos en grados diversos), puesto que el individuo mezclado de hoy tuvo ancestros tanto libres como esclavos por lo que su situación tiende a ser intermedia. En consecuencia, y aplicando el mismo referente, resulta obvio determinar las razones por las cuales las élites dominicanas son étnicamente blancas. Vemos entonces que los análisis hechos desde perspectivas históricas van despejando los yerros, la equivocación y el despiste.

Para hacer aún más gráfico lo que ocurre cuando confundimos los resultados de la historia con los de la naturaleza, hagamos un ejercicio de ucronía (lo que no fue); tomando un ejemplo tal vez aparatoso y alucinado y digamos que si eventualmente los ancestros africanos de los actuales negros dominicanos hubiesen ejercido la piratería en las costas occidentales de África en el siglo 16 y llegados a la isla Española con el capital producido por ese ejercicio hubiesen comprado esclavos blancos, entonces muy probablemente sus descendientes negros y mezclados conformarían hoy -500 años después- el núcleo más importante de las élites económicas y sociales de República Dominicana, y entonces, confundiendo un resultado de la historia con el de la naturaleza, erróneamente se diría que ‘los negros son ricos porque son negros y los blancos son pobres por blancos’.
 
Hagamos aquí un paréntesis y digamos que para complementar estos conceptos se hace necesario tocar de forma elemental y somera un tema adicional. Se trata de poner en perspectiva la categoría de los llamados ritmos de la historia formulada por el acreditado historiador francés Fernand Braudel (1902-1985), quien, “para entender la práctica de la historia”, propuso los llamados tres tiempos de la Historia, de la siguiente manera: historia de corta, mediana y larga duración. En el esquema de jerarquías braudelianas a la Corta Duración le llama la historia episódica, del individuo y del acontecimiento; la Mediana, Braudel la determina como la coyuntura, la del dato de una progresión demográfica, etc.; y la Larga Duración al tiempo donde se crean las estructuras sociales, mentales y ciertas realidades biológicas. Esta larga duración es una perspectiva donde en cierta medida se minimiza la importancia de la historia narrativa de acontecimientos y de la biografía individual y se privilegia la marcha de la historia como eje dinámico.

Sin embargo, a partir de estas propuestas del acreditado intelectual francés y las de otros pensadores posteriores, detectamos la necesidad de un ritmo de la historia aún mayor que nos permita examinar rangos que toquen el ámbito de ciertas mutaciones biológicas del hombre, generadas por la adaptación a determinados medios físicos en el muy largo tiempo. Esto así, pues si quisiésemos examinar el por qué de las diferencias físicas y de las respectivas dotaciones de utillajes mentales entre –digamos- europeos y africanos, nos topamos con que la Larga Duración braudeliana no sería el marco adecuado sino que se haría necesario un ritmo temporal aún más elástico capaz contener espacios de cientos de miles y quizás millones de años.

En términos concretos, a lo que nos referimos es que si los africanos del siglo XVI no fueron piratas en las costas occidentales de África, muy probablemente se debió a que éstos no tenían las técnicas para la construcción de barcos y armas. ¿Por qué?

Para contestar esta pregunta de una forma muy elemental, debemos partir de dos premisas: una relativa a la aceptación de la teoría del origen unigénico de la especie humana, la que postula un tronco común y descarta el origen poligénico o múltiple. La segunda premisa parte de la aceptación de la idea de que la civilización está montada sobre el carro del desplazamiento y la adaptación.

Así, en vista de que, hasta el presente, los artefactos más antiguos fabricados por el homo sapiens se han encontrado en África suroriental –específicamente en los Valles del Rif-, no hay dudas de que la especie humana tuvo su cuna en África y de que una cantidad importante de esta especie se desplazó y diseminó por el planeta en un extenso período temporal de cientos de miles de años. Aquellos que emigraron y se adaptaron a otras zonas geográficas como –por ejemplo- Europa, se han convertido hoy en los europeos que conocemos los cuales son descendientes mutados por adaptación, de aquellos africanos desplazados en aquellos remotísimos tiempos. Por su parte, los africanos actuales, son los descendientes de aquellos que no se desplazaron en aquellos remotos tiempos. El muy largo tiempo que media entre unos y otros –entre los que se desplazaron y los que no lo hicieron- marca las diferencias culturales, raciales, etc. Es por ello que en el siglo XVI éstos africanos que no conocían las técnicas que ya dominaban los europeos, no pudieron convertirse en piratas ni en descubridores ni colonizadores; los europeos sí.

Todo esto está expuesto de manera muy elemental, pero da una idea general de que instancias que en apariencia pertenecen al rango de lo natural, como los grados de “civilización” y las diferencias étnicas entre la especie humana, pueden también ser tratadas en un ámbito cuya competencia es de "la historia". Pero de "una historia" con ritmos y tiempos mucho más amplios que los postulados por el historiador francés.-

Volviendo a nuestro tema, y como ya hemos mencionado; pertenece con toda propiedad al rango de lo natural aquellos argumentos relativos a las características y propiedades de los productos de la tierra como el mango (dulce), la piña (agria), el plátano (grande) o la yuca (amarga); condiciones todas naturales vinculadas a la naturaleza de un terreno. Pero el hombre y los pueblos no son -reiteramos- un producto de la tierra sino consecuencia de lo sucedido en el discurrir de toda su historia como sociedad o como individuo. Así, cuando nos referimos a la idiosincrasia del pueblo dominicano, mexicano, haitiano, cubano… en realidad estamos tocando aspectos relativos a unas instancias que son el resultado de las particulares historias de cada uno de esos pueblos; no aspectos referentes a una naturaleza  consustancial e inamovible.

Como último ejemplo podríamos mencionar unos argumentos que se repiten en el ámbito latinoamericano con regularidad, referidos al avance de las sociedades europeas y al atraso de Latinoamérica. Las más de las veces a tales argumentos no se les adiciona el fundamental aspecto temporal de que ya en la Europa de antes del siglo 13 una parte importante de esos pueblos, es decir, sus artesanos y demás trabajadores del pueblo llano, se habían organizado en gremios y cofradías, empezando un largo proceso que daría al traste con el feudalismo hasta arribar a su actual posición; mientras en Latinoamérica, seis siglos después -probablemente a causa de la relativa novedad de estos pueblos-, cuando ocurren las luchas independentistas en el siglo 19, el pueblo llano latinoamericano no fue el auspiciador de tales luchas sino sus élites criollas. No es justo entonces decir que Latinoamérica es pobre a causa y por consecuencia de nuestra natural idiosincrasia latinoamericana y que Europa ha avanzado a causa y por consecuencia de la propia, atribuyendo, sin más, la condición de naturaleza a unos y otros y obviando el fundamental y básico aspecto temporal-histórico.

Reiteramos que tratar de despejar el par conceptual compuesto por Naturaleza e Historia podría talvez evitarnos confusiones y a la vez ayudarnos a comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.

Entretanto, con el presente aporte esperamos haber contribuido a ello.-


Pedro Samuel Rodríguez R.
Santo Domingo, RepDom.
11.11.10
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